• ivanferrer
• A 01/07/2016

Nunca un mosquito, un bicho tan pequeño e insignificante, había tenido un papel tan estelar en el evento de los eventos: los JJOO. Nunca antes se habló tanto de epidemias, congelaciones de semen y renuncias de deportistas por razones de salud. Quién se está llevando la palma es el golf, con la nada despreciable cifra de diez de los mejores golfistas masculinos del planeta ausentes. Lo que deportistas de otras disciplinas (waterpolo, piragüismo, atletismo, balonmano) lo afrontan como un mal menor -que no tiene mayor importancia que una simple anécdota-, los profesionales del palo lo ven como un elemento insalvable.

Y es que recuperar de la nada una disciplina en los Juegos, 112 años después, suena poco menos que artificial. Si a eso le sumamos que se ha metido el torneo olímpico con calzador, entre los grandes del circuito profesional, le resta aún más atractivo. Los jugadores no son tontos y buscan la salida fácil, la menos complicada para no herir sensibilidades y salir indemnes de tal decisión (representar a tu país en según qué lugares es una cuestión de estado; y si no que se lo pregunten a Messi…). Y ahí aparece el virus Zika (arma de controversia y discusión acalorada), combinado con los niños del futuro y el deseo de ser padres de los deportistas. Es tan tierno que no permite discusión ni crítica.

Todo este tinglado deja sepultado la principal razón por la cual el golf masculino quedará semidesierto: compromiso cero con los JJOO, por parte de los jugadores. El golf olímpico es para los golfista lo que una bola de chicle -situada bajo las patas de un hambriento, poderoso y amenazante rottweiler- para un niño. Mirar, pero no tocar. Tan simple como eso.

¿Los JJOO son el evento más importante en la vida de un deportista? ¿O la verdad es que no hay para tanto?

photo credit: Mosquito (Culicidae) via photopin (license)