¿Pringas por tener cosas gratis?
El mundo del marketing ha descubierto dos vías de entrada a nuestros hogares y vidas privadas. Un binomio que tiene un altísimo porcentaje de acierto, una apuesta segura al rojo en una ruleta sin números negros… Ese caballo ganador está formado por dos de los pecados capitales que tan magistral y truculentamente se mostraron en Seven: la gula y la pereza.
La primera te lleva a realizar auténticas gilipolleces por un pequeño detalle, menos cuando topas con la lógica de Puri. El sábado fuimos a un centro comercial a recoger unos zapatos para Oriol. Se trataba de una operación a lo Navy Seals: entrar, coger el paquete y salir sin ser vistos ni engullidos por la masa. Nada más entrar, había una máquina de vending con bastante gente arremolinada, usando el móvil. Anna, hipnotizada por el rojo chillón del cajón de metal y cristal y la promesa de un kit kat gratis, le pidió a su madre que la ayudara. Mi mujer atajó el asunto con un contundente “si quieres una chocolatina mamá te la comprará, no hace falta que demos nuestros datos a nadie para conseguirla. En esta vida no hay (casi) nada gratis”.
La segunda vía de agua aprovecha el aburrimiento de la letra pequeña. Todo ello, gracias a una bajada de guardia súbita ante los tediosos textos legales. Entre infumables y extremadamente minúsculos, provocan que todos -entre los cuales me incluyo- le demos al “aceptar” para acabar cuanto antes con ese trámite y empezar a disfrutar de la app que hemos adquirido. Y de la noche a la mañana, sin saberlo, te conviertes en un espía que hace el trabajo sucio -y sin beneficio alguno para ti- para que otros se lleven la gloria. Y todo por firmar sin mirar la puñetera letra pequeña…
¿Sabes lo que haces cuando le das al “aceptar”? ¿O te da igual; si no te la meten doblada por delante entrará por detrás?
photo credit: Dawlad Ast A-12 Blackbird via photopin (license)
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