• ivanferrer
• A 06/07/2018

La biología fue la tercera trilliza que me llevó por la calle de la amargura en el curso postolímpico. Todo se basaba en un mundo lógico y científico, al cual no le encontraba emocionalidad alguna. La alianza inicial transmutó y desembocó, al cabo de nueve meses, en un divorcio pactado aderezado de un “si lo sé no vengo”. De lo único que sigo siendo fan es de la teoría de la evolución de las especies; su adaptación y lucha por la supervivencia, a lo largo de los siglos. Lo curioso del tema es que es una carrera sin fin, que incluso se eterniza cuando eres el rey sin amenaza aparente (esa calma chicha puede estallar, en el momento más inesperado, en forma de meteorito que lo pone todo patas arriba y te sume en la miseria, en el mejor de los casos).

Empiezo a ver síntomas apocalípticos en la selección española. Fue el T-Rex durante cuatro años, disfrutando mientras despedazaba, rival tras rival, en su triunfal Three-peat. Pero en la evolución futbolística de los combinados nacionales todo el mundo lucha por la supervivencia y la supremacía en un mismo ecosistema. Y no puedes instalarte en la esquizofrenia de la victoria eterna (Argentina lo lleva sufriendo desde que Maradona levantó el mundial de 1986 y se pensaron que lo extraordinario debía ser normal a partir de ese momento).

Aceptar que ya no eres el jefe de la manada, ni temible ni referente de nada, cuesta. Pero hay que sobrevivir y seguir adaptándote en un ecosistema que ya no controlas… O te entregas a Darwin o te conviertes en un fósil, tú eliges.

¿Vives eternamente con la cruz de la victoria? ¿O eres consciente que es imposible ser un T-Rex toda la vida?

photo credit: Domain of Science The Chain of Life – Your Evolutionary History via photopin (license)