• ivanferrer
• A 11/10/2013

A veces te encuentras perdido en la soledad de tus pensamientos y notas un ambiente extraño, que no puedes describir con mucha concreción; pero es realmente extraño… Y por la espalda sientes el susurro del viento movido por la guadaña que te acaricia suavemente el brazo, poniéndote los pelos de punta… A veces ya la estás esperando y otras ocasiones te sorprende cuando menos te crees, como al británico de 40 años en el Challenge Maresme-Barcelona. Salió, llenó de ilusión, al son de la bocina de salida, pero nunca llegó a buen puerto.

Y este triste suceso me lleva al día que debuté en un triatlon sprint, en Gavà, en 2010. En la playa, esperando a que llegara el turno de mi salida murió otro participante. Fue muy impactante ver cómo le intentaban reanimar sin suerte en la arena y cómo se lo llevaron en ambulancia.

En deportes de fondo y/o de alta intensidad exigimos mucho al cuerpo. Amamos un deporte que nos lleva al límite y que, en ocasiones, tiene un precio altísimo. Muchas dudas me asaltan y en ocasiones están teñidas de una fuerte dosis de ilógica: ¿Por qué para federarse solo es necesario pagar una cuota sin pasar ningún tipo de control médico? ¿Debemos ser los triatletas responsables de nuestro cuerpo o los organismos deportivos tienen que acotar la entrada a los deportistas populares? ¿Éstas muertes son evitables o entran en la misma fatalidad que alguien que muere de forma súbita andando o durmiendo? ¿Por qué atraen a los medios los muertos en plena competición? ¿Por qué nos engancha tanto catapultarnos hacia nuestros límites a través del deporte?

Dedico este post a todos los que nos dejaron haciendo lo que más les gustaba en este mundo: deporte.

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