• ivanferrer
• A 03/06/2019

En los últimos 15 días, desde que acabó la liga hasta el fin de semana de la fase final, he comprobado en propias carnes el sufrimiento del progenitor. Ha sido una sensación muy desagradable y extraña que me ha salpicado regularmente a lo largo de estas dos semanas. Ha sido una experiencia que he llevado en silencio y que no he querido compartir, salvo momentos muy puntuales con mi mujer; con nadie más. Me entró un miedo irreal e imaginario relacionado con la integridad física de la niña. Me daba pánico y pavor que Anna se pudiera lesionar en ese lapso de tiempo y se perdiera la experiencia de disputar esa competición tan especial, un premio reservado para los equipos más regulares.

Primero la invitaron a un cumpleaños en el que se iba a realizar una actividad de humor amarillo (ahí me saltó la alarma de Agustín, amigo que se partió el brazo por varios sitios durante la fiesta de mi 40 cumpleaños, en los rodillos). Incluso me llegó a pasar por la cabeza no dejarla ir, pero mientras lo valoraba me avergoncé de tal planteamiento. Menos mal que la fiesta acabó derivando en una fiesta de pijamas; bufffff…

Tuvo también las colonias de fin de curso: tres días con excursión en bicicleta, gincana nocturna, partiditos de fútbol 3×3… Vaya suplicio para mí (ella estaba, en cambio, absolutamente encantada).

Y finalmente el estrés de los entrenamientos… Cuando la veía entrar por la puerta, contenta, y me venía a dar un beso me quedaba tranquilo. Mi mente se inundaba con un “menos mal, un entreno menos”.

Por esta razón respiré aliviado cuando llegamos al pabellón de Arenys de Mar a las 9 de la mañana. Podría, por fin, disfrutar de una experiencia que se había ganado…

¿Sufres mucho por tus hijos? ¿O eres más tranquilo y no te preocupas tanto?

photo credit: Erprofe toro sangrando por la boca2 via photopin (license)