• ivanferrer
• A 25/10/2013

Hace una semana que tenía marcado a sangre y fuego, en su cabeza, el domingo 20 de octubre. Desde que aún no tenía ni tres años, mi hija ha entrado cogida de mi mano en carreras populares, ha madrugado a horas intempestivas para acompañarme a triatlones y me ha relajado con su presencia y bromas antes de empezar las pruebas.

Pero el día 20 deja de ser la artista invitada para ser la protagonista. Anna debuta, con casi 6 años, en un duatlón (500 metros en bici y 250 corriendo). Todo son preguntas disparadas a la velocidad de la luz: ¿Por dónde tengo que ir? ¿Dónde dejaré la bicicleta? ¿Tendré tiempo para descansar entre la bici y correr? ¿Qué pasa si gano? ¿Qué me darán al final? Es una mezcla de angustia, nervios, expectación, emoción y alegría a punto de erupcionar… es la primera vez y va a hacerlo sola.

Cuando llegamos al punto de encuentro le dan el dorsal con su nombre y la pegatina para su bicicleta. Tengo la impresión que es la primera vez en su vida que se siente deportista, con esa legión de mariposas que revolotean por su estómago y la tienen alterada. Me sorprende su concentración y ganas en la línea de salida. Y empieza como la niña que es: gas a fondo y sin pensar en dosificarse ni en qué pasará después, centrada en cada golpe de pedal.

Se acerca a la zona de transcición, para dejar la bici y me doy cuenta que toca ya cambio de máquina: se ve mucha Anna y poca bicicleta. Además, el plato es tan pequeño que parece un dibujo animado pedaleando como una centrifugadora. Y ahora toca correr. Los 250 metros se le hacen eternos… Está cansada pero, como buen corredor de fondo, no anda. Cruza la meta y se estira en la hierba, pidiendo insistentemente agua. Está fundida, pero feliz y contenta.

Llega la entrega del diploma (que ya tiene enganchado en celo en la puerta de su cuarto) y de la medalla/galleta, que le dura unos 30 segundos en el cuello sin darle un mordisco. La abrazo, la felicito y le hago solo dos preguntas: si se lo ha pasado bien y si le gustaría repetirlo otro día. Viendo su cara radiante no me hace falta ni que conteste…

La vida son una sucesión de primeras veces, pequeños grandes momentos de magia que rebotan infinitamente en la inmensidad del cosmos. Yo el domingo viví uno de ellos con mi niña.

¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez? ¿Crees que es demasiado tarde para sentir la emoción del debutante?