¿Esto va de correr? Fin de la trilogía
Yo pertenecía a la secta del fútbol. Fútbol en el recreo, con esos intensos partidos en los que se juntaban media docena de pelotas de plástico, que con el viento recorrían trayectorias imposibles. Fútbol en la tele. Partidos de clubes, de selecciones, amistosos… En mi retina quedó el 0-5 que le endiñó la gloriosa Colombia de Valderrama a Argentina en su casa. Fútbol sala en el cole y fútbol 11 federado. Tengo grabado cómo sacábamos los córners, con seis años. Uno levantaba el balón a lo cuchara y otro le arreaba a ver si llegaba a puerta. Tan pequeños, el campo era inmenso. Y fútbol incluso en los tebeos. Eric Castel era mi héroe, con ese extraño cabello albino, metiendo goles con el Barça.
Pero había otros tebeos, más allá del fútbol. Me encantaban los finales de Mortadelo y Filemón. Siempre perseguidos, temiendo por su integridad, escondiéndose de las formas más inverosímiles. Lo más divertido eran los disfraces que utilizaba Mortadelo para, como un camaleón, pasar inadvertido y salvar el pellejo.
El disfraz de hombre invisible le hubiera gustado llevar a Biel Cerdà, presidente del Mallorca. Tras una acalorada discusión en una reunión del Consejo del club -por la supuesta falsificación de la firma de su hijo, también integrante del Consejo-, el presidente hizo una espantada a la carrera. Una carrera más propia de un extremo que de un directivo. Parece que se equivocó y su respuesta fue salir a lo Mortadelo.
¿Cuando la cagas das la cara? ¿O prefieres huir y ya se verá que pasa?
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