¿Quieres ser eterno?

Muchas plazas de toda España están salpicadas con estatuas de ilustres creadores, legendarios conquistadores y valerosos guerreros (o perversos villanos, depende de quién se lo mire…). El monumento ecuestre de El Cid Campeador en Burgos, las estatuas de Colón en Barcelona, Miguel de Cervantes en Madrid, Don Pelayo en Asturias, Alfonso I en Zaragoza, Francisco Pizarro en Cáceres… Épocas pretéritas en que prácticamente todo se conseguía a base de guerras, por la fuerza… Pensándolo mejor, si sustituimos en la ecuación fuerza por dinero, ¿ha cambiado algo?
En la vorágine de velocidad del siglo XXI -en que Twitter, Facebook, Pinterest o Instagram convierten la realidad en meras estrellas fugaces que se pierden y desaparecen a la velocidad de la luz en el negro e infinito cosmos que es internet- hay quién se empeña en los métodos tradicionales. En Madeira, han inmortalizado con una mole 800 kilos de bronce y 240 centímetros de altura a su más célebre deportista: Cristiano Ronaldo.
CR7 es partidario de los homenajes en vida. En este aspecto le doy toda la razón, ya que no hay cosa más patética que dar premios a título póstumo -sobre todo a bomberos y policías- cuando han hecho méritos sobrados para que sea reconocido su trabajo. Harina de otro costal sería si un futbolista merece tal reconocimiento.
Lo que ya ha corrido como la pólvora es el reconocimiento que se ha hecho a su entrepierna. No la de CR7; la de su estatua. Su rostro es hierático, pero sus pantalones rebosan felicidad…
¿Te gustaría ser eterno? ¿Mereces reconocimiento con una estatua? ¿O te conformas con menos?
Publicar un comentario