¿Eliminamos al angel caído?

Siempre he sido un loco del deporte, a nivel amateur. Nunca he ganado ni un euro practicando deporte. Nunca noté la presión de la opinión pública, atenta a cualquier movimiento mío. Ni unos esponsors que pudieran rentabilizar exponencialmente mi imagen. Ni una horda de fans esperando lo que haga falta para tener una foto o un autógrafo de su ídolo. Pero sí que sé el subidón que se siente al ganar un partido de alto voltaje o al conseguir clasificarse para una promoción de ascenso en el último suspiro. Sé algunas cosas y desconozco otras muchas, pero nunca se me pasó por la cabeza el usar sustancias dopantes para aumentar mi rendimiento.
No sé qué sintió Marta Domínguez cuando el 17 de agosto de 2009 cruzó primera la línea de meta en los 3.000 obstáculos en el estadio de Berlín. Tocó el cielo. Lo máximo. Aunque entonces desconocía el precio que iba a pagar seis años más tarde.
Ahora, con la llegada del frío invierno, su imagen se ha quedado congelada en un profundo y putrefacto lodazal. Una calle, un pabellón, una estatua, el título de hija adoptiva, la medalla de oro de la ciudad de Palencia… Todo manchado por la trampa. Una carrera esquizofrénica de reconocimientos que nos ha llevado a minar todo el país de recintos deportivos con nombres de ilustres deportistas en activo o recientemente retirados… Tal vez tendríamos que esperar un poco para valorar trayectorias y no tener que arrepentirnos de la decisión que tomamos en su día…
¿Si tu ídolo resulta que no era como esperabas tienes que borrar su nombre? ¿O hay que apechugar con la decisión por los siglos de los siglos?
photo credit: Ángel caído via photopin (license)
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