¿Si lo demás se tiran de un puente, tu vas detrás?
Ayer estuve en la rua de Sant Medir, la caravana más dulce. Lanzamientos -desde carromatos y camiones- de caramelos, chupetes, palotes, piruletas… Vaya; el sueño de cualquier niño. Este tipo de eventos me plantean muchas incógnitas, que nunca llego a resolver. Acabas con una bolsa en casa, que si te la llegas a comer entera sería la delicia de tu dentista. Acaparas, para finalmente no saber qué hacer con el botín que has conseguido: ¿lo tiras? ¿lo regalas? ¿te los quedas hasta que se pongan malos?
Y cuando se acaban los caramelos y las carrozas ya se han ido a cocheras, aparecen dos tipos de personajes muy curiosos. Los buitres carroñeros que, bolsa en mano, van a la caza de los caramelos que el resto ha despreciado o no ha visto. Y los espeleólogos, los que son capaces de meterse debajo de un contenedor o escudriñar detrás de la valla de un comercio para rescatar dulces solitarios.
Son tradiciones que, a fuerza de inercia, se encaminan a callejones sin salida. O con salidas traumáticas como la de los patos en Roses. De callejones, salidas traumáticas y polémicas sabe mucho el exciclista Lance Armstrong. Hace tres años que admitió que su vida deportiva era un pufo, una broma de muy mal gusto. Ahora, en una conferencia de la Universidad de Colorado sostiene que «habría sido imposible ganar sin dopaje sanguíneo«. Sinceramente me parece poco instructivo que cuentes la milonga -en una de las mecas de la educación- que porqué todo el mundo se tiraba por un puente tu fuiste detrás, como un borrego…
¿Justificas tu comportamiento por lo que hace la mayoría? ¿O te equivocaste y punto?
photo credit: Pont sur le Gave d’Azun, Arrens-Marsous, Hautes-Pyrénées, Midi-Pyrénées, France. via photopin (license)
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