• ivanferrer
• A 30/05/2016

Seguí la senda del catolicismo hasta la primera comunión. Mi padre es ateo y mi madre tiene una curiosa conexión con Dios (en la que cree en la divinidad, pero poco en la iglesia como institución). Pero estábamos a mediados de los 70 y la tradición era la tradición. Supongo que no hubo mucho debate. Mi padre pasaba olímpicamente del tema y a mi madre le hacía ilusión.Y, como mandaban los cánones de la época, me bautizaron, con el trajecito blanco, ante la atenta mirada de mis abuelos y mis padrinos. Siete años después hice la comunión, vestido de marinero. Y cuando llegó el momento de iniciar el Stage 3, la confirmación, decidí que ya había tenido bastante.

Mi paso por la iglesia no lo catalogo como algo traumático, pero sí recuerdo mucho perdón, mucho pecado y mucha penitencia flotando en el aire. No entendía porqué leches tenía que confesarle mis pecados a un tío que no conocía prácticamente de nada. Supongo que por esa conexión que hago entre religión y penitencia imagino las procesiones de semana santa y cómo expían sus pecados algunos, exponiéndose en público.

El único pecado que cometió Juanfran fue el de no convertir la pena máxima que hubiera seguido dando oxígeno al Atlético de Madrid en la tanda de penalties. Y al consumarse la tragedia colchonera, ahora en versión penalties (ya la probó al estilo «replay» y en modo «empate en el descuento»), empezó su desoladora penitencia pública. Se dirigió a su afición para pedirles perdón por el fallo, roto por el vacío de una derrota tan cruel.

Jugó un buen partido, lo dio todo y fue protagonista en uno de los momentos estelares de la Champions League… Así que, ¿por qué pedir perdón?

¿Tienes que pedir perdón por tus fallos? ¿O lo tomas como parte del juego?

photo credit: ©GABRIEL GONZALEZ-Semana Santa Quito via photopin (license)