Duplas para llorar por estériles
Hay machadas que quedan en el recuerdo de los aficionados: Los 62 puntos de Drazen Petrovic en la final de la Recopa que el Madrid ganó al Caserta en 1989, las 11 grandes vueltas de Eddy Merckx (5 Tours, 5 Giros y 1 Vuelta), los 14 ochomiles de Edurne Pasabán, el quíntuple campeonato del mundo de triatlón de Gómez Noya, o la remontada del Barça ante el PSG. Son historias que quedan para el recuerdo y que, con el paso de los años, se van agigantando… Son historias llenas de satisfacción, emoción, sacrificio. De saber levantarse una vez más de las que has caído. De alcanzar tus sueños y hacerlos realidad…
Pero hay otras historias épicas que danzan como un zombie sin rumbo, que no figurarán en ningún palmarés. Y que dejan un poso de desilusión, resentimiento y tristeza. Porque triste te tiene que dejar que hayas hecho la mejor carrera de tu vida, tras 15 temporadas como piloto oficial en la F1, y hayas abandonado. Llevó Fernando Alonso tan al límite un McLaren-Honda muy diezmado -limitado en la velocidad punta y ahorrando gasolina-, que la suspensión dijo basta.
Tampoco estará 100% feliz Devin Booker, tras entrar en el olimpo de los shooters de la NBA, anotando 70 puntos en el encuentro que enfrentaba a su equipo -los Suns– contra los Celtics (28 de ellos en el último cuarto). Hizo una anotación al alcance de unos pocos elegidos, pero perdió el partido ante un rival que disputará los playoffs (cosa que Booker no podrá experimentar, ya eliminado para entrar en la carrera de los 16 mejores).
Actuaciones brillantes sin recompensa, lucimiento personal sin resultados. Me llega al corazón la foto con las sonrisas congeladas y forzadas de los compañeros de Booker, intentando parecer contentos… A veces la intención es lo que cuenta.
¿El rendimiento sin resultados te deja tocado? ¿O si has hecho todo lo que estaba en tus manos estás satisfecho?
photo credit: João Paulo Fotografias Dupla de Camaros em Goiânia via photopin (license)
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