¿Has visto alguna vez al cometa Halley a cubierto? (3 de 3)
Si alguna vez, que lo dudo profundamente, tuviera en mi poder la presidencia de un club deportivo tomaría dos medidas educativas obligatorias; una dirigida a los niños y la otra destinada a sus progenitores:
La primera sería que, sin excepción, todos los padres pasaran por la experiencia de ser árbitro en un entrenamiento o partido amistoso. De esta manera entenderían mejor lo que es vivir un partido desde dentro y tener que tomar decisiones en décimas de segundo cuando en tu campo de visión hay varios jugadores en movimiento. Tal vez así se les bajarían los humos a los padres y madres con retardo mental severo que, además de no tener ni idea del reglamento, se atreven a chillar y criticar como gorilas las decisiones de los jueces.
La segunda consistiría en que cada jugador del equipo pasara por la portería (como es el caso del fútbol o hockey en línea) para saber qué se siente en una posición tan específica, singular y competitiva. Por suerte o por desgracia, en el benjamín del Jujol, el puesto es rotatorio desde el inicio de temporada, ya que nadie se ha querido instalar como cancerbero. Es un lugar tan solitario, sin margen de fallo, que acrecenta la sensación de sufrimiento y la angustia cuando tu hijo es quien está bajo palos.
El sábado pasado nos tocó a nosotros. Y cada vez que Oriol recogía el puck del fondo de la red, resoplaba y deseaba que fuera la última… Por ello, quiero mostrar mi profundo respeto, enérgicamente, a los padres de Biel, Miguel o Roger, porteros de las categorías inferiores del club que, desafiando a toda lógica, semana tras semana, defienden con uñas y dientes su portería; la portería del equipo entero. Jugando siempre al límite, como funambulistas sin red, conviviendo con el error fatal; para mí son los valientes de la pastilla.
¿Te centras en educar a padres e hijos y transmitir valores? ¿O solo estás por la competición y los resultados?
Imagen de christophe tixier en Pixabay
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