¿Y si marcar más goles no significara ganar?
Desde que nacemos, en la placa base se nos insertan los circuitos de ganar y de compararnos con los demás. Estos dos elementos, combinados con la diversión, han convertido al deporte de élite en una de las grandes máquinas de hacer dinero, de cumplir sueños y materializar pesadillas. En los terrenos de juego pasan infinidad de situaciones y se viven múltiples emociones, pero al final manda el electrónico. Para la estadística queda que un equipo levantó la copa y otro lloró por el subcampeonato. Y la trama se va diluyendo con los años rápidamente como un azucarillo en el café con leche.
Mi hija Anna hace unos meses que juega al baloncesto y, sobre todo, lo que está aprendiendo es educación y diversión a través del deporte. No compite regularmente y cuando juegan esporádicamente contra otros equipos no cuentan el tanteo. Porqué ganar no es el fin.
Y con ese objetivo se ha puesto manos a la obra el Consell Esportiu del Baix Llobregat -máximo organismo deportivo comarcal- creyendo firmemente que el deporte, por encima del esfuerzo, intensidad y dedicación, es educación y juego limpio. 5.000 niños que practican fútbol, fútbol sala, baloncesto, voleibol y balonmano están regidos por la normativa Juga Verd Play -única en España- en la que ganar un partido significa tener solo 3 de 10 puntos posibles. El resto se ganan según cómo actúen los equipos ante árbitros y jugadores contrarios. Incluso se evalúa el comportamiento de las aficiones.
La ciencia-ficción nos ha abierto la puerta a universos que nunca pudiéramos haber llegado a creer, como decía el mítico monólogo de Rutger Hauer en Blade Runner. Imaginaos que vuestro equipo gana, dentro de 20 años, una Champions gracias al punto otorgado a la afición. Vaya subidón, ¿no? Entoces sí que podríamos decir aquello de «HEMOS GANADO».
¿Ganar es el objetivo o la consecuencia de un cúmulo de elementos? ¿Importa más ganar o cómo competir?
photo credit: César Poyatos via photopin cc
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