¿Imposible pedir más?
Cuando te conviertes en padre, das un metafórico paso atrás para dar todo el protagonismo y prioridad a tus hijos. Desde el preciso instante en el que coges al bebé en brazos, por primera vez, sus triunfos los vives con intensa alegría y sus fracasos con meridiana preocupación (aunque lo sigues a cierta distancia, desde la barrera). Y es que te une con ese recién nacido, un hilo invisible, de por vida. Es un potente imán que nunca deja de funcionar entre progenitores y su descendencia.
Recuerdo un poema que tenía colgado en un cuadro en mi habitación, cuyas dos primeros versos eran «Tus hijos no son tus hijos, son hijos de la vida». De pequeño, me intrigaba mucho el profundo significado de las líneas del poeta y filósofo libanés Khalil Gibran. Muchos años después, cuando tienes hijos, lo comprendes automáticamente: tú los crías, les transmites valores y después ellos vuelan solos, para vivir sus sueños.
Hoy, los padres de Álex Márquez han visto volar a su hijo en el asfalto de Malasia, para alcanzar un hito sin precedentes en el mundo del deporte. Tras el campeonato ganado recientemente por Marc Márquez, ahora hay que sumarle el subcampeonato de su hermano pequeño Álex. Sobran las palabras acerca de lo que han podido sentir, al ver la bandera a cuadros, las personas que criaron a unos niños que, a día de hoy, son los dos mejores pilotos de Moto GP: orgullo de padres.
¿Vives las hazañas de tus hijos con intensidad? ¿O te lo tomas con cierta distancia?
Imagen de John Banks en Pixabay

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