Gracias mamá
El Día de la Madre ya ha pasado. Los comercios, las campañas publicitarias, los virales… vuelven todos al cajón hasta el año que viene. Nos hemos vuelto tan sumamente acelerados que hay un día para cada cosa, estipulado, marcado oficialmente por un calendario. Solo un día; cuando hay eventos que los tendríamos que celebrar más a menudo. Porqué hay que dar gracias que cada día, aunque no la veas, tienes a tu madre, cerca o lejos, preocupándose de ti y de los tuyos. Esa madre que te acuna cuando te encuentras mal y dice que eres el más guapo, el más listo… y siempre está ahí, aplaudiendo en primera fila tus éxitos.
Yo sinceramente creo que nunca me tocará la lotería, porqué ya me tocó con mi madre. Su mejor herencia -que a su vez será mi mejor herencia para mis dos hijos- se basa en el siguiente triángulo virtuoso:
Optimismo. Esa capacidad infinita de ver el vaso medio lleno y quitarle hierro a las cosas que no son importantes. Aunque a veces se ha pasado de frenada, como en la ocasión que me rompí el brazo jugando al fútbol y me dijo: «Eso no es nada, en un par de días estás bien». Al cabo de dos días acabé por la noche con el brazo enyesado, aunque esa misma mañana hice natación…
Pasión. La tendencia a poner toda la intensidad y los cinco sentidos cuando hago lo que me gusta y me llena, me lo inyectó desde el minuto cero. Por ello entiendo el deporte como una droga sana que alimenta mi cuerpo y mi espíritu.
Diversión. Me ha enseñado a disfrutar como un niño, sin importar la edad que tenga. Y lo más importante, me ha transmitido la importancia de disfrutar de los pequeños momentos mágicos que me ofrece la vida y que no se pueden comprar con dinero…
Sin ella mi vida hubiera sido más gris, aburrida y triste. ¡¡¡Gracias mamá!!!
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