¿Tienes química con tu hermano?
Ya se acercan las nueve de la noche. Acaba el maratón diario que se extiende desde las 7:30: llevar a los niños al cole (¡¡¡el día que vayan juntos al mismo será la bomba!!!) trabajar y vuelta a empezar con recogidas, extraescolares, compras variadas en el súper o en la plaza, duchas y cenas. No es nada extraordinario, quien más quien menos tiene el suyo particular. Oriol coge su Vaca Paca de peluche para irse a la búsqueda de Morfeo. Como aún duerme en la cuna, al lado de nuestra cama, Anna me pide que quiere acostarse junto a él. Les doy un beso de buenas noches (su mami aún está trabajando) y cierro la puerta y conecto el escucha.
Empiezo a oír sonidos, pero nadie habla, supongo que se están moviendo, acomodándose, mientras cogen el sueño. Lo escucho varias veces, pero espero media hora a que hayan caído rendidos. Cuando ya creo que estarán dormidos profundamente abro la puerta y ¡¡¡tachán!!! Anna había sacado a su hermano de la cuna y estaban durmiendo abrazados. Solo pude hacer una cosa mientras se me caía la baba; hacerles una foto.
Ya empiezan a tener esa química especial, una complicidad que se genera entre hermanos y llega ser indestructible con el paso de los años. Oriol llama a su hermana por su nombre y se tira a sus brazos cuando lo vamos a buscar a la guardería. Y le sonríe infinitamente. Como infinita es la sonrisa de Cayden Long (9 años) cada vez que siente el viento mientras su hermano mayor Conner (11 años) lo arrastra con su bici, nadando o corriendo. O cuando cruzan la línea de meta juntos y le da agua para que se refresque. Cayden tiene parálisis cerebral y su hermano lo lleva siempre con él en los triatlones que participa… Conner sueña algún día con, cuando sea mayor, competir en el Ironman de Hawai. Pero, por supuesto, con su hermano…
¿Qué no harías por tu hermano?
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