¿Sin competir la vida es menos?
- ivanferrer
- A 29/06/2015
El deporte de alta competición es un amplificador brutal de emociones. Eleva hasta el infinito la sensación de presencia en el aquí y ahora. ¿Cuantas veces has estado practicando deporte o viendo algún partido en directo y te has metido tanto que te importaba un pimiento el resto del planeta? Pues imagínate que pasaría si estuvieras en una final de una juegos olímpicos o disputando las medallas. Sería realmente algo único e inigualable a lo largo de toda tu vida…
Es como si un niño de ocho años tuviera la posibilidad de entrar en Disneylandia con un grupo reducido de amigos y pudiera disfrutar de todo el parque para ellos solos. Sería algo alucinante, magnífico… pero cuando cerraran las atracciones te quedaría la sensación de tristeza de que ese gran día ha acabado y que casi con toda seguridad nunca más va a volver. Con esa desazón se enfrentan muchos deportistas, medallistas olímpicos, que han tocado el cielo con las manos, que se han sentido las estrellas más rutilantes en el firmamento… Lo han dado todo por el deporte, y ahora luchan por salir adelante, sin haber cotizado prácticamente, con trabajos esporádicos o engrosando la infame cola del paro.
Ese es el duro tránsito desde la cúspide de la pirámide del éxito a las catacumbas del olvido. Es el relato de judocas, marchadores, gimnastas, saltadores, triatletas, baloncestistas o jugadoras de balonmano que vimos en la tele saborear la gloria. Relatos que tras los focos del podium y la retirada son pasto para un futuro de vértigo, dudas, depresiones, rabia por no encontrar su sitio en un mundo que nunca han vivido porqué estuvieron demasiado ocupados con la carrera de deportista de élite… Así es como se transita del podio al olvido…
¿Cuando dejas el deporte competitivo lo vives como una nueva etapa? ¿O es el principio de un profundo duelo de lo que nunca volverás a vivir?
photo credit: Mexico – Chichen Itza via photopin (license)
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