¿Cuál fue tu última gran sorpresa?
Hace dos semanas, tuve uno de esos entrenamientos cortos. Corto pero que lo sufres a base de bien… Cinco interminables series -de tres kilómetros cada una- a ritmo alto (para mí, por supuesto). Series que no acababan nunca y que se me iban atragantando como un trozo de pan que se va por el lado equivocado… Aunque salí a las 21:45 y la noche me cobijaba, sudaba a mares…
Una tras otra fueron cayendo las series, acercándome al final del entrenamiento. A medida que va llegando el final me imagino lo a gusto que voy a estar en el sofá, con la bandeja encima de las piernas cenando, tranquilamente… Eso me ayuda cuando paso al lado de las innumerables terrazas, que minan las aceras, llenas de tapas, cervezas y refrescos…
Game over: son las 23:30. Llego tan cansado que ni me planteo subir por las escaleras. Llamo a casa y mi mujer me abre. Me desabrocho los cordones mientras espero a que llegue el ayudante que amablemente y sin rechistar me va a subir a casa… Y cuando se abre la puerta, mi vista va hacia el frente. Y entonces llega el regalo sorpresa del día. Escucho un «papi». Bajo la mirada y ahí está Oriol, apurando sus últimos días de vacaciones y alargando las noches…
Que alegría tener tal recibimiento. Su cara está llena de ilusión por verme. En ese momento me olvido de la hora, del cansancio y del entrenamiento… Alarga sus brazos para que lo suba. Le doy un beso porqué no quiero cogerlo todo mojado; aunque pensándolo mejor, debería haberlo hecho…
¿Cuál fue tu último regalo inesperado?
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