• ivanferrer
• A 16/12/2015

El fútbol siempre ha sido una trituradora de entrenadores. La mayoría siempre vagan por ahí, con una gillotina portátil colgada al cuello. Y el momento preciso es accionada remotamente por el presidente, consejo de administración o director deportivo de turno. Y cuando cae al suelo el cuello del desdichado técnico, rápido a alabar al sustituto. Un responsable distinto con un estilo, un carácter y un esquema de juego. Y con la novedad viene el color y la alegría, que simultáneamente tornan de sepia y tristeza la etapa anterior. Tras la victoria de ayer en la Copa, parece que Sergio entrenó siglos atrás…

Sergio González, ha sido ajusticiado en tan solo un año y medio. El sueño de un canterano que fue uno de los buques insignia de su generación perica se hizo realidad. Cogió la temporada pasada las riendas de un club que confió en uno de los de casa, de toda la vida. Pero los malos resultados deportivos, un ambiente enrarecido en el vestuario y la poca paciencia han echado el resto… Despido al canto.

Y casi sin avisar lo han metido en la coctelera y han apretado el botón sin compasión. Han hecho un cambio de cromos con nocturnidad y alevosía, con un ultimátum interruptus por en medio (parecía que se la jugaba en la copa ante el Levante y en liga ante Las Palmas; pero ni eso le dieron). Y ahora parece que Constantin Galca es la salvación y que Sergio era un ladrillo. Tampoco nos flipemos, el gran logro del nuevo míster ha sido ganar un triplete con el Steaua de Bucarest en la todopoderosa liga rumana…

Lo triste es que se ha llevado al extremo el famoso a rey muerto, rey puesto. Alguien de la casa, ha sido apartado en silencio, poniendo el proyecto por delante de la persona que han tirado del tren en marcha, cuyo trato ha quedado por debajo del nivel de las catacumbas…

¿Hay que despedir como se merece a quien destituimos? ¿O lo realmente importante es el proyecto, y hay que centrarse solo en las nuevas incorporaciones?

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