¿Qué son realmente 100 kilómetros? (1x10)
Con seis años llegó a mis manos el cerebro de la bestia. Mi padre consiguió en Andorra una máquina del Space Invaders. Un videojuego del cretáceo, alimentado por ocho pilas. Era emocionante apagar la luz y enfocar toda mi energía en aquella indefensa y heroica nave que arrasaba desesperadamente con las hordas alienígenas. Era una espiral incesante hacia el infinito. Acababas con un ejército e, irremisiblemente, volvía a aparecer el siguiente. Y era tan brutal como el anterior e idéntico al siguiente. Su única misión era la de destruir a los humanos que iban dentro de la chatarra aérea espacial de abajo. La luz roja del dispositivo me hipnotizaba, así como los incesantes «bips» que sonaban con el movimiento de los lásers, de todas las naves y sus destrucciones.
A medida que le iba pillando el vicio, empezaba a plantearme qué pasaba tras la puntuación mágica del 999. Cuando la puntuación llegaba a los 700-800 puntos, el tema se complicaba a la enésima potencia. Los ejércitos invasores se movían a la velocidad de la luz. O reaccionabas automáticamente, sin dudar, o ahí acababa la partida. Y después de pasar esa locura, llegaba la calma y podía relajarme, rumbo a ver qué pasaba tras ese mágico número. Y cuando llegué, ¿sabéis lo que paso? Lo único que sucedió es que la máquina se puso a cero y todo volvió a empezar, rumbo a lo conocido y a la vez hacia lo desconocido…
Durante los cinco meses de entrenamiento en los que me estuve preparando para los 100Km de Calella me perseguía esa curiosidad, vestida casi de obsesión. ¿Qué pasaría en mi Garmin cuando traspasara el 99,99 Km? Corría por las noches, absorto, pensando en ello… Como si la luz roja me atrapara en medio de la oscuridad, luchando contra los invasores…
¿La curiosidad te hace ir más allá? ¿O para ver temas anecdóticos ya están los documentales de La2?
Publicar un comentario