¿Te comprometes a fondo?

Usamos las palabras de forma muy alegre e inconsciente, sin saber, muchas veces que nos acaban definiendo, para bien o para mal. Y lo peor o mejor de todo: quedan en evidencia tras nuestras acciones, que corroboran o contradicen épicos y grandilocuentes discursos. Creo firmemente que hacemos las cosas o no las hacemos. El verbo “intentar” es una forma suave de disfrazar un futuro e hipotético fracaso.
Recuerdo cuando era pequeño, con unos 12 años, y me enfrentaba al temido trampolín de la piscina de Masdenverge, de 10 metros. Desde abajo parecía alto, pero cuando ponías tus pies al filo del cemento, se convertía en un coloso. Eran unos momentos de duda, de miedo, de “¿qué pasa si caigo mal?”. Primero de palillo, después de cabeza; ¡lo conseguí! Pero también me podría haber dado la vuelta, bajar las escaleras y seguir disfrutando del chapoteo… Puede ser que hagas algo para obtener lo que quieres y acabes por no tener éxito. Lo has hecho, pero sin conseguir el objetivo.
Muchas veces cantamos las excelencias de las empresas en las que estamos, bajo la forma de un contrato laboral (los que no tienen tanta suerte, van con la capa de superautónomos apagando fuegos constantemente), pero realmente no nos creemos del todo el proyecto. Tú me pagas, yo trabajo; aquí paz y allí gloria. Pero hay quién traspasa esa cortina de intelectualismo, escudada en el verbo, y pasa a la acción. El eterno Joaquín acaba de convertirse en el cuarto accionista del Betis, (con el 2% del total del capital social de la entidad) tras invertir 1,1 millones de Euros. Eso es compromiso, amor a los colores y lo demás son tonterías…
¿Te implicas a fondo con la empresa en la que trabajas? ¿O eres más mercenario?
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