• ivanferrer
• A 24/03/2019

Perder es parte del juego, es una realidad con la que convives cada fin de semana. La solución es binaria: 1 ó 0. Lamentablemente -o no- es imposible empatar en el deporte de la canasta.

Perder es la evidencia de que tu oponente lo ha hecho mejor que tú.

Perder muestra tus debilidades. Perder en público es de valientes, en la era del «mira qué guay que soy», escudados en búnkers de cemento armado unido por materiales tan estúpidos y superfluos como Facebook, Twitter o Instagram.

Perder es un toque de atención.

Perder te demuestra que aún hay mucho que aprender y mejoras por introducir. Bien analizada, de forma profunda y sincera, la derrota es el primer paso hacia la victoria.

Como buenos latinos católicos nos teletransportamos entre los valles más profundos, sucios y oscuros y los picos más altos, exhuberantes y brillantes, sin estaciones intermedias. No existen las medias tintas: triunfo o fracaso, blanco o negro, depresión o gloria, confeti o autoflagelo, cielo plácido o fuego eterno… No nos engañemos; nos va mucho el drama. Tanto, que celebramos con gran pomposidad y entusiasmo, cada año, la Semana Santa elevando el calvario a cotas máximas…

Perder significa muchas cosas; pero no te convierte en un perdedor.

¿Te duele mucho la derrota? ¿O es parte del juego?

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