¿Mereces una medalla?
A raíz de la trágica noticia de la muerte a José Antonio Reyes, que supuso un mazazo para el sevillismo, me asaltan infinidad de dudas. Dudas sobre el ejemplo que damos a la sociedad y a los niños, acerca de los reconocimientos y de la importancia que le damos al drama.
Lo primero que me viene a la mente es acompañante muerto y el accidentado grave. Dos personas que han pasado por esta dramática historia sin pena ni gloria, eclipsados por la inmensa sombra del que iba al volante. Dejando de lado si eran 237 Km/h o no, el impacto debió de ser brutal por cómo quedó el vehículo. Una máquina que iba a excesiva velocidad. Accidente con todos los números a causa de una imprudencia y no se nos ocurre otra idea que darle rápidamente una medalla. Evidentemente que la medalla se la dan por su trayectoria deportiva, aunque es aún más cierto que no la tendría si siguiera vivo. Entonces yo comulgo un 0% con este modus operandi de medallas póstumas, práctica absoluta de «bienquedismo».
Supongo que los mitos y leyendas, como más grande sea la desgracia, mayor es su mística y reconocimiento. Siempre he sido partidario de emotivos reconocimientos en vida del que los disfruta, y menos peinetas, mantos negros y plañideras… No sé si os habéis dado mucha cuenta, pero el muerto no puede disfrutar de todas esas medallas…
¿Sirven de algo las medallas póstumas? ¿O al menos sirven para reconfortar a los que quedan?
photo credit: txindoki [20170616C10400-201708270955].jpg via photopin (license)
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