La bolsa y la vida

Si no te va mucho el showtime del futbol americano no sabrás quién es Arian Foster. Estamos ante uno de los mejores runningbacks de la NFL. Pero desde hace unos días se ha convertido en un deportista único a nivel mundial, ya que es el primero en cotizar en bolsa. Con esta iniciativa, el mundo del deporte da una vuelta de tuerca más para conseguir ingresos extra. Así, los poseedores del millón de acciones -se ponen a la venta a un precio de 10 dólares cada una- se casan con el deportista, convirtiéndose en partícipes destacados tanto de sus éxitos deportivos y futuros contratos publicitarios como de sus depresiones o escándalos personales.
A partir de ahora los propietarios de acciones de Arian Foster ya no solo animarán a los Houston Texans. Sufrirán con el equipo como el que más y cada placaje a Foster lo sentirán como propio. La relación aficionado-deportista ha llegado a unas cotas de simbiosis nunca vistas hasta ahora. En este punto cobra mucho sentido el plural «hemos ganado» (y de paso tu familia ya no te mirará con esa cara mezcla de condescendencia y decepción).
¿Tiene sentido disponer de acciones de la empresa en la que trabajas? ¿Sería sinónimo de mayor compromiso? ¿Te esforzarías entonces más para que el valor de la empresa y el de tu bolsillo fueran para arriba? ¿O es preferible contar solo con tu sueldo porque te asusta una realidad tan fluctuante?
photo credit: Cláudia*~Assad via photopin cc
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