¿Quieres un Jesucristo?
Como amante de los deportes y fan de los documentales, es obvio que me he metido entre pecho y espalda los 10 capítulos de The Last Dance. Es obvio que el 95% del protagonismo se lo lleva Michael Jordan, pero quien entendió magistralmente la complejidad del tema que tenía entre manos fue Phil Jackson, quien supo leer como nadie la infinito amalgama de personalidades extremas y cómo encajar los diferentes roles para arrasar con seis títulos de la NBA en tan solo ocho años.
Un tipo que supo lidiar con el ingobernable Dennis Rodman sin volatilizar el colectivo, tiene todo mi respeto y devoción eterna. A través de los libros Canastas Sagradas y Once Anillos te das cuenta de la grandeza como entrenador de Jackson y de su profunda dimensión espiritual y poder inspirador gigantesco. También me cautivó la historia de Toni Kukoc, el destructor de mis sueños de adolescente, que arrasó en Europa y tuvo un papel muy destacado en una de las dinastías de la NBA.
Jordan solo tenía un objetivo, ser el mejor y arrastrar al equipo para ganar un anillo que, con mucho esfuerzo y tesón se convirtieron en seis. Creo que nunca estuvo entre sus planes el ser un icono social o un deportista comprometido como Muhammad Ali o Ada Hegerberg, capaces de realizar grandes renuncias por unos valores superiores a su propio trabajo. Queremos que el deporte se parezca a Disney y en ocasiones hay personajes que solo están comprometidos con la victoria, como Jordan.
Por cierto, no olvidéis que Jerry Krause fue el arquitecto de esta obra de arte, aunque su trabajo era desde la sombra…
¿Los ídolos deportistas deben ser iconos fuera de la pista? ¿O con que sean grandes en la pista ya es suficiente?
photo credit: archer10 (Dennis) DSC00662 – Jesus meets the women of Jerusalem via photopin (license)
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