¿Estás preparado para naufragar?

El Titanic, la meca de los trasatlánticos, va triunfante camino de su destrucción. Todos los pasajeros se dirigen hacia un destino incierto. Así de dramática se presenta la película de James Cameron, cuya versión futbolística se verá mañana en Saint Denis, ante 81.338 espectadores en directo y con varios millones comiéndose las uñas en sus casas.
Francia se cita con sus fantasmas, en forma de un gigantesco iceberg. Un iceberg que viene del frío ucraniano, disfrazado de búlgaro para tan macabra y destripadora ocasión. Macabra porqué recuerda la estrepitosa eliminación, hace 20 años, de la Francia de Papin en el Parque de los Príncipes, en el santuario de les bleus, donde más duele. Y destripadora porqué rememora el desastre y posterior lamentable imagen que dio el combinado nacional en el Mundial de 2010, con unos jugadores amotinados que parecían estar más sueltos en un plató a lo Jorge Javier Vázquez que en el tapete verde de la cancha, jugando al fútbol.
Hace falta una remontada histórica para darle la vuelta a la tortilla del 2-0 sufrido en Kiev. En los medios ya se van comunicando y preparando los torpedos nucleares para dinamitar a Deschamps. Si falla, el mariscal Zidane espera, paciente, instrucciones desde Madrid. Mientras, el actual seleccionador se encomienda a la virgen: «voy a decir a mis jugadores que tienen que creer». Parece que la opinión pública y la prensa están afilando los machetes para rematar al animal malherido, cuando esté ya desahuciado. No hay lugar para un estado de excitación, épico, propicio para la proeza… y la sombra del funeral deportivo se va alargando…
Cuando asoma el abismo y la dificultad se intensifica, pero aún hay posibilidades de éxito, ¿Tenemos que prepararnos para la hecatombe? ¿Podemos aislarnos del entorno y concentrar el 100% de nuestras energías en conseguir nuestro objetivo? ¿Porqué nos gusta tanto regocijarnos en el fracaso y avanzar el desastre?
photo credit: Eric Constantineau – www.ericconstantineau.com via photopin cc
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