¿Australia no es España?
Es tremendamente evidente que no es lo mismo. Australia es una isla con unas dimensiones de continente y que España se encuentra en una península. La primera está en Oceanía, la segunda en Europa. Una tiene una cultura de tradición anglosajona, la otra dispone de una tremenda influencia latina. Entre mentira y dato inexacto, Novak Djokovic ha podido comprobar que Australia no es un corral en el que el famoso tiene pulserita VIP con derecho a lo que el resto no puede.
Más allá de sandeces tamaño triple XL -como las que ha vertido su padre, comparándolo con Jesucristo y su vía crucis personal sufrido a manos de las autoridades australianas-, la realidad es que la ley ha antepuesto el interés público a los designios de una estrella de la raqueta. Habría que recordarle al progenitor de Djokovic que lo realmente jodido es la situación que viven las personas atrapadas este invierno en el límite fronterizo entre Polonia y Bielorrusia y no el «drama» que ha vivido su hijo, sin pasar frío ni miedo por su vida.
Llamadme pesimista, pero si la situación hubiera sido al revés -que el Serbio hubiera pasado la noche vieja en Australia para posteriormente disputar un Grand Slam en Marbella-, ya se habrían preocupado de buscar un ardid legal (o si hiciera falta llegarían a inventar una brecha en el sistema) para colarnos un autogol y permitir que Djokovic disputara el torneo. E incluso fletaríamos un jet privado, desde los Emiratos Árabes, para que Juan Carlos I le entregara el trofeo si gana; una imagen de modernidad, de esas que gustan tanto en la patria de la pandereta.
Tal vez por todo ello Austria está tan lejos del sur de Europa…
¿La ley es igual para todos?
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