¿Podrías vivir sin tu padre?
El verano ha acabado de forma terrorífica, llevándose a mi padre. Como me dijo Lorena, «por muy mayor que se haga uno, siempre necesita a su padre»; y tiene una razón como un templo. Era un referente para mí, una piedra a la que agarrarse firmemente cuando venía tormenta de las duras… Un cáncer de páncreas le privó de este mundo aunque él, a su manera, no quería. Allá donde se haya ido, irá equipado con un autorretrato de su nieto Oriol metido en el bolsillo de la camisa.
Han sido unos días muy intensos emocionalmente, en los que hemos recibido la familia infinidad de muestra de cariño y afecto. El martes, dos días después de su partida, jugaba el Barça partido de Champions. Aunque últimamente estoy muy desapegado física y emocionalmente del fútbol, ir a casa de mi madre a ver el partido fue como sentirme 90 minutos en conexión cósmica con él, aunque ya no estaba allí para soltar improperios a los jugadores cuando fallaban, una tras otra ocasión, en la primera parte.
Ahora son esos momentos en los que me gustaría ser pequeño y salir a jugar al balón sin que hubiera un mañana. Pero miro a Oriol y tengo la sensación que debo engrandecerme para que mi hijo se sienta, al menos, tan orgulloso como yo me sentía de su abuelo. Ayer, en la piscina me dijo: «Te quiero con todo mi corazón». Tan cerca de la muerte, frases como esta te hacen valorar la vida…
Te echaré de menos papá.
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