¿Lo consigues a base de pico y pala?
Cada deportista lidia con sus particulares caballos de batalla, esos molinos quijotescos antes los que tiene que pelear, en inferioridad de condiciones. Se encuentran con dificultades que, a priori, se antojan imposibles, aunque a base de mucha práctica se pueden llegar a superar. En el caso de Oriol son dos elementos relacionados con la pala (otra forma de llamar al stick); ese elemento imprescindible que siempre va unido a los patines para generar magia con la pastilla.
En ocasiones, camino de entrenamiento, mi hijo se lamentaba de su incapacidad de levantar el puck al tirar a portería. Yo le comentaba que pidiera consejo a los compañeros que ya lo sabían ejecutar o que hablara con su entrenador. Nunca he llegado a saber si hizo lo primero, lo segundo, o si optó por la vía autodidacta, fijándose.
Por otro lado, desde pequeño siempre ha llevado la pala demasiado alta, como una guadaña dispuesta a segar trigo. Esa mala costumbre, a medida que se van haciendo mayores y los pases son más precisos y rápidos, se convierte en un gran inconveniente, ya que cuando te das cuenta la pastilla ya te ha pasado de largo o impacta de forma que no se puede controlar bien. Oscar, su entrenador, un día de broma, me dijo: «Le vamos a poner unas alforjas de 5 kilos en la base de la pala para que no la levante». A base de mucho insistir, su técnica va progresando, aunque su tendencia le empuja a levantar el stick.
El sábado todo se conjugó para que un pase milimétrico de Lluís, desde campo propio, habilitara a Oriol, solo delante del portero rival. La pala, en la altura precisa, a ras de suelo, embolsó el pase. Acto seguido, activó la muñeca y proyectó la pastilla a la escuadra, lejos de cualquier oposición.
Los dos engordaron 20 kilos de golpe, llenos de alegría por la jugada que habían conectado… Y es que como sostenía Goethe (dramaturgo, novelista, poeta y naturalista alemán), «en lo ideal todo depende del impulso; en lo real, de la perseverancia».
Publicar un comentario