¿Una Champions de segunda?
La Champions es uno de los grandes trofeos que todo deportista dedicado al balompié sueña con ganar, al menos una vez en la vida. Esa sensación indescriptible de levantar la copa que te corona como rey o reina del fútbol y de sentir un alud de emociones y sentimientos. Pero el problema empieza a gestarse en si quieres ser rey o reina. Para variar hay discriminaciones en la competición. Evidentemente que la competición masculina, a nivel de dimensión económica y mediática, está a años luz de la femenina, pero eso no quita que el género no debería ser un obstáculo para organizar una competición dotada de altos estándares de calidad.
Con la Champions femenina, parece que los rectores del fútbol siguen empecinados en quedar anclados en el pasado y mostrarse de forma tan cutre como un bocadillo de ayer de mortadela (de la mala) con las lonchas incrustadas en un kilo de mantequilla. Parece que se puede teñir la fase de grupos de un gris perpetuo, dejando que cagadas épicas de los árbitros adulteren la competición. En cambio, a partir de cuartos de final ya se puede emplear el despliegue multicolor del VAR, como se hace en los hombres desde el minuto cero de la competición.
Cada vez estoy más convencido de que el fútbol es el deporte más adinerado, pero a la par el que tiene un mayor nivel de acomodo y caspa, mucha caspa. Será cuestión de reyes…
¿Se tiene que equiparar el despliegue tecnológico en las máximas competiciones europeas de hombres y mujeres? ¿O los medios van solo en función de la facturación?
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