¿El fútbol es para King-Kongs?
Los grandes estadios se me parecen, cada vez más, a una selva regida por principios básicos de supervivencia basados en el matar o morir. En ese paraje recóndito, triste ejemplo para infinidad de niños de todo el planeta, impera la ley del más fuerte, en el que el más chulo y macarra impone su miedo al resto por la fuerza, descartando el diálogo como vía de resolución de cualquier conflicto.
Un gorila alfa vestido de portero, desde el campo, vacila al público, de manera irrespetuosa, mientras marca territorio. El público, no queriéndose quedar atrás en mostrar su retraso mental, lanza objetos al gorila para desquiciarlo y, de paso, herirlo. Y los jugadores, en una extraña negociación, piden a la violenta grada que pare. Es todo tan surrealista que solo se podía rematar, desde los palcos, lanzando en la previa perlas propias de un ebrio como una cuba a las 6 de la mañana en la puerta de una discoteca: «En el Atlético de Madrid no hay nadie antirracista ni racista ni ningún tipo. Es una afición ordenada y que como todas las aficiones tiene sus grupos que son los que mueven todo este tipo de temas».
Y, para cerrar el círculo, declaraciones postpartido del entrenador colchonero pidiendo sanción para el gorila alfa que ha provocado que los impresentables de la grada no se puedan contener. Es tan triste todo que da asco el fútbol; la cutre selva de los valores pasto de los instintos más bajos y primarios…
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