¿Pasas de todo?

La TIA surgió para servir y proteger a los ciudadanos de a pie de los más viles delincuentes. Desde 1969, en El sulfato amónico, Mortadelo y Filemón ya operaban bajo esta organización para desactivar el mal, desde esa óptica tan hilarante, divertida y surrealista que desarrolló, de forma magistral, Ibáñez. Se trataba de dos superagentes secretos cuyo día a día basculaba entre lo inesperado, la frustración y la vergüenza ajena. En ocasiones, la supuesta moderna realidad del siglo XXI es más cutre, gris y pringosa que lo que ofrecían ya los tebeos en el ocaso del franquismo.
Solo tienes que seguir mínimamente el desternillante caso de Marcus Slaughter, exjugador estadounidense que militó en las filas del Real Madrid de baloncesto, cuyas tropelías con un pasaporte llevan de cráneo a la justicia y la policía española, desde hace 5 años (por falsificarlo). Sí, en el mundo de los reconocimientos biométricos y en el que tu rastro en internet es como el de la baba de caracol, un tipo que tiene redes sociales activas, está ilocalizable. Resulta que es un ser extremadamente huidizo y resbaladizo, una leyenda del hampa a la altura del Chapo Guzmán o Pablo Escobar.
Y resulta que con dos cañas y un palillo, un agente en prácticas lo ha encontrado. Esta realidad destapa que, en esta vida, un alto porcentaje de tu éxito reside en las ganas y los recursos que le pongas. Y, por la razón que sea, en este caso no ha habido ni recursos ni ganas. Surrealismo y vergüenza ajena a raudales, como los míticos cómics de Mortadelo y Filemón. Lástima que no sea ficción…
¿Le pones toda tu energía hasta en los proyectos más insignificantes? ¿O si no es importante, sencillamente pasas?
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