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Deportes y Comunicación | March 14, 2025

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¿Hay realidades eternas?

¿Hay realidades eternas?
ivanferrer

El pasado 3 de marzo fue día de libre elección en algunos colegios e institutos; por suerte en mi centro de secundaria también teníamos fiesta. Con todo el día por delante, tenía dudas de cómo enfocarlo. Anna, en pleno 2º de Bachillerato -y entregada en cuerpo y alma a la selectividad- no era una opción viable para hacer nada con ella. Con Oriol, se me planteaba una bifurcación: quedarnos en casa (Ipad, tele, Nintendo…) o salir. Opté por la segunda, llevándome a desayunar a los tres bros del equipo de hockey en línea.

A las 9 de la mañana empezamos la ruta a pie para recoger a Lluís y Eloy. Acabamos desayunando en una cafetería delante de la ciudad deportiva del Barça (aún no acabo de comprender cómo la gente emplea su tiempo esperando por un autógrafo, pero para gustos colores… ). Lluís se llevó su álbum de cromos y estuvieron comentando la jugada y mirando los titulares del periódico deportivo del día.

El trayecto concluyó en un parque de Sant Feliu de Llobregat; allí jugaron los tres a futvóley. Más tarde pareció un grupo de cuatro niños de su misma edad, con otra pelota. Al cabo de un rato se fusionaron en un partidillo improvisado en el que, para mi sorpresa, emplearon normas más viejas que la eterna Roma:

  1. Los palos de una portería son una farola y el extremo de una barandilla, los de la otra un árbol y la pared.
  2. La pared no es fuera y se puede usar para regatear.
  3. Empiezan 4 contra 3 pero, en un momento indeterminado, el equipo en inferioridad suma un jugador del otro equipo para equilibrar el encuentro.
  4. Se emplea, de forma ritual, «la ley de la botella, el que la tira va a por ella».

Cuando el árbitro (yo) decretó el final del partido, se entró en el escenario en el que se anula el marcador en curso y entró en juego la norma «quien marca el gol gana». Como los niños sabían que acababa el juego lo alargaron hasta el infinito y más allá, a base de toques. Cuando acabó el partido se despidieron y deshicimos el camino para volver a casa.

Estuvimos cuatro horas fuera de casa, se lo pasaron en grande jugando y sin tecnología de por medio. Y pude comprobar que, 40 años más tarde, hay cosas que no cambian…

¿Todo tiene que evolucionar? ¿O hay cosas que mejor dejarlas como están?

Imagen de Leonhard Niederwimmer en Pixabay

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