¿Qué son realmente 100 kilómetros? (9×10)
En una carrera de 100 kilómetros entran en juego muchos factores: físicos, anímicos, metereológicos, de planificación. Tu cuerpo te manda señales constantemente, que de van información de cómo va la máquina. Así que tenía que estar muy atento a las sensaciones que iba a tener corriendo. En el primer kilómetro, tal vez fruto de los nervios, noté una sensación extraña en el talón izquierdo, pero en cuanto se engrasó la máquina, como un motor diesel, desapareció esa molestia y se sentí bien.
La primera contrariedad llegó en el kilómetro 25. Comí unos aperitivos chinos en el avituallamiento y me atraganté un poco. Lo pasé mal durante un par de kilómetros, ya que me entró una carraspera y una tos que parecía sin fin. Además, sin agua, no tenía más ayuda que llegar al próximo punto de hidratación. Tras el mal rato, llegó en el 46 la señal que indicaba que todo estaba bien. Es una sensación placentera y extraña, en la que me da una leve descarga en las piernas, como si se me durmieran.
Tras el ecuador noté un leve dolor en la parte superior derecha del culo, que se evaporó tras unos minutos. Uno de los momentos más curiosos fue cuando me fijé en el reloj -que marcaba 58 kilómetros- y me dije: «Ya solo me falta una maratón para acabar». La molestia del culo volvió en el kilómetro 70, pero tras otro rato ya no me amenazó más.
En el 80, me siento mejor. Supongo que es fruto de comprobar que no tengo rampas, ni molestias importantes; solo cansancio acumulado. Ver que me queda poco para acabar, me da energía extra. Los últimos kilómetros me entretengo en calcular si llegaré de día o de noche, ya que el sol me está abandonado y aún no ha asomado la luna…
¿Ante las señales, actúas con cautela? ¿O te alarmas rápidamente?
photo credit: 39669-013: CAREC Regional Road Project via photopin (license)
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