¿No sabes encontrar el final?

Ya he perdido la cuenta de las veces que Messi se ha marchado asqueado de un torneo de la albiceleste, empachado de tanta emoción desbordada, rabia, pasión y drama. Las innumerables ocasiones en que ha salido linchado en masa virtualmente, en multitud de tertulias de hooligans del balón que aluden a una falta de testosterona, a un Messi diferente al del Barcelona, más diluido y menos determinante…
Sinceramente creo que lo suyo con la selección argentina es un amor tóxico e imposible. Exigencia desmesurada, presión cuántica y un oscuro y largo túnel lleno de trampas dolorosas que aguarda en cada torneo y fase de clasificación en el que solo puede salir airoso Messi si levanta la Copa. Y a medida que se va alargando su leyenda como mejor jugador de todos los tiempos (marcando goles de película y realizando regates imposibles) y sigue engrosando su vitrina de títulos en el Barça, el páramo en el combinado nacional se extiende como un eterno símbolo de infinito que se repite constantemente, sin poder salir. Messi es con la camiseta albiceleste el equivalente a Tom Cruise en Al Filo del Mañana: intentarlo una y otra vez para acabar muriendo.
Contra Venezuela fue el enésimo volver a empezar, para seguir sufriendo. Ya no hay vuelta atrás; a medida que sube su cotización como azulgrana sigue bajo mínimos su bucle destructivo a nivel de selección. Lástima que el traje de superhéroe ya no le cabe para ganar un triste Mundial o una Copa América…
¿Entiendes cuándo llega el momento de dejarlo? ¿O mientras exista vida hay esperanza?
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