La maratón que nunca podrá ser (capítulo 1)
- ivanferrer
- A 23/01/2017
Estos pasados reyes lo tenia muy claro. Tras volatilizar mis Noosa Tri, las zapatillas con las que debuté en mi primera maratón en 2011 (corrí la segunda y, por el momento última, en 2013), no había vuelta a tener otras iguales. El aspecto y diseño chillón, sus garabatos y dibujos a medio hacer y aquella combinación de colores imposible e hiriente para el 97% de la población me enamoraron desde el instante en que las vi en la tienda del gran Domingo Catalán en la carretera de la Bordeta.
El mismo Domingo, como buen vendedor, se percató de mi predilección. Yo creo que si le hubiera comentado que las quería para ir a una boda o para esquiar me hubiera dicho que era el calzado perfecto. Solo me hizo una sentencia: «Pensaba que yo iba a ser el único hortera en este país que llevaría estas zapatillas; pero veo que tu vas a ser el segundo». Me fui más contento de unas pascuas y el 6 de marzo me ayudaron a bajar, por medio minuto, de las 4 horas.
Para la maratón de 2017, mi tercera cita en Barcelona con los 42 kilómetros y pico, volví a las andadas y me agencié unas nuevas Noosa multicolor; aunque de momento están ahí, en la caja, sin estrenar, sin poder empezar a morder el asfalto. Como mucho, el próximo 12 de marzo, lo podrá ver como espectador, desde la barrera…
photo credit: Rich Renomeron Strung Along, Plate 1 via photopin (license)
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