¿Con qué canción sales a jugar (volumen 3)?
Con las canciones no todo es un camino de rosas, en plan película pastelosa de amor en la que aunque haya infinidad de vicisitudes siempre está reservado un empalagoso final feliz. También existe una cara B oculta. La que la mística popular colocó en los vinilos de heavy metal en los que, si los hacías correr al revés sacaban a la luz oscuros, temibles y crípticos mensajes satánicos abriendo ante ti las puertas del infierno…
Las melodías -lejos de ser incoloras, insípidas e inodoras- pueden llegar, incluso, a generar problemas y convertirse en armas peligrosas. Sobre todo cuando hay una disonancia extrema entre la canción que puedes ejecutar en el preciso momento de saltar a la pista y la que te obligan a que bailes a toda costa. Hay momentos en la competición que pides a gritos la bandera blanca, aceptar la derrota, irte a casa, recargar energías y volver a la carga…
Hay una mirada, una frase, un gesto, de entre la infinidad de detalles que están sucediendo en el corto espacio de unas pocas decenas de segundos, que debes leer como entrenador. Identificar un solo detalle entre un millón para conseguir hacer “click” y que los dos bailéis la misma canción. De lo contrario envías a tu pupila a las puertas del precipicio sin más opción que saltar al vacío… Joder, para tener aliados así; People=sh#t…
¿Sabes parar antes de tiempo? ¿O aquí se hace solo que tú dices?
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