¿Tanto te ofende cómo lo hago?
En el deporte, bajo mi punto de vista, hay dos variables que lo tiñen todo. La primera es la victoria en sí. Los títulos, la gloria, la celebración. Y la segunda, que lo puede elevar a la categoría de leyenda o hacerlo descender al submundo del averno, es cómo la consigues. El famoso estilo, que lleva el sello de una filosofía, una manera de hacer las cosas (sin el cual la victoria llega incluso, en ocasiones, a carecer de sentido). Estos dos elementos quedan sujetos a un reglamento y a un arbitraje que lo regula, para que todos los participantes cumplan las mismas normas y se encuentren en igualdad de condiciones durante todo el partido. No entraremos en la chorrada en la que se ha convertido la moviola en el fútbol, cuando prescindimos de la tecnología para facilitar la vida a los árbitros…
Y a partir de ahí que cada uno haga lo que crea conveniente. No le veo más limitaciones. Salvo honrosas excepciones (Butragueño e Iniesta encarnan el sueño que cualquier suegra), cada jugador usa sus armas para conseguir sus objetivos y demostrar a la vez su personalidad. Fernando Hierro, tras una entrada con todo, podía ir a protestarle desairadamente al árbitro una tarjeta amarilla clara ataviado con la pierna del contrario en sus manos. Hugo Sánchez te hundía en la miseria con un golazo y encima se marcaba una voltereta para celebrarlo en tu cara. Stoichkov era una pesadilla para los defensas y si se prestaba la ocasión te llevabas un pisotón o un puntapié, lo que más tuviera a mano (y era indiferente si eras jugador o árbitro). Y como dijo en rueda de prensa ayer Simeone: “Neymar canta, baila y luego la destroza”. Es de los que no discrimina minutos. Del silbido inicial hasta el último segundo del descuento intenta regates plásticos e inverosímiles que sacan de sus casillas a sus rivales, ¿con razón?
Que cada uno juegue a lo que quiera. Eso sí, respetando el reglamento. Y si hacerle una lambretta o un doble caño a un contrario a partir del minuto 70, con un resultado de más de tres goles de diferencia, es antifutbolístico pues que lo pongan en el reglamento y le saquen al jugador tarjeta roja. Y si tan ofendidos se sienten los derrotados, pues que se dé el partido por concluido y todos contentos.
¿Queremos jugadores espectaculares que se alejen de la media? ¿O para los problemas que generan mejor prescindir de su magia por el bien de la mayoría?
photo credit: La Moneda se ilumina con los colores de la diversidad via photopin (license)
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