¿Dónde estabas?
Los goles se materializan de muchas maneras: por la genialidad de un jugador, desajustes defensivos, por combinaciones endiabladas que desarbolan completamente al contrario, cagadas individuales o por pura y simple suerte. Pero hoy me quiero centrar en los tantos que se meten con la mente. Los goles que se marcan por la sencilla razón que sabes leer todas y cada una de las variables que te rodean, eres consciente plenamente del momento del partido en el que te encuentras, sientes totalmente el ambiente y notas a flor de piel el estado de ánimo del contrario.
Minuto 78, quedan escasos 10 minutos para acabar el partido y, como mal menor, toca ir a la prórroga. El gran resultado de la ida se ha esfumado; se ha evaporado la renta de tres goles. Ya no queda botín alguno y debes ponerte en modo supervivencia. Da igual cómo, pero hay que salir vivo de ahí. Desde ese momento ya solo quedaba resistir como fuera el alud en que se había convertido el conjunto red. La superioridad física y la infinita mayor intensidad del Liverpool, asediaron de forma asfixiante la portería de Ter Stegen. Parecían 22 contra 11 jugadores.
Y en vez de encomendarse a la Virgen para alcanzar los penalties o soñar con un gol que acabara con la pesadilla, el Barça se quedó inerte, teletransportado a otro plano de realidad. Y el momento que requería tensión, nervio, garra, determinación, compañerismo, quedó en un confuso adiós. Creo que, en realidad, con el 2-0 volvieron todos los jugadores barcelonistas a Roma y allí se quedaron, reviviendo la tortura de hace un año en bucle… Y mientras buscaban unos segundos de respiro, Alexander-Arnold sacó un córner con la mente. Una mente que vio la empanada general de los visitantes y sirvió en bandeja el gol a Origi, materializando la histórica remontada.
Finalmente el Liverpool consiguió dar la vuelta a la inmensa pirámide en solo seis días…
¿Tienes lagunas mentales? ¿O la concentración no hay que perderla nunca?
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