¿Cuál es el bocata más caro que te has comido?
Cuando alguien pronuncia delante de mí la palabra “bocadillo” me teletransporto rápidamente a las eternas y calurosas tardes de agosto en Santa Bárbara (Tarragona, no California)… Me tiraba quemando asfalto todo el santo día: circulando con mi Bicicross BH roja, jugando a baloncesto en la calle (mi abuelo me la hizo una canasta artesanalmente, rematada por una red hecha con una malla para transportar cebollas), deambulando sin rumbo o jugando a tocar timbres y salir corriendo.
La jornada era larguísima, con solo tres paradas técnicas: comida, merienda y cena. La parada de la tarde era mágica, presidida por un bocata de fuet enorme y un vaso de horchata concentrada (era una especie de sirope que rellenabas con agua). La horchata me la tomaba rápido, a grandes sorbos y el bocadillo me lo llevaba a la calle, para no perder hilo de lo que estaba haciendo… Esos trozos de fuet gruesos como ruedas de camión y el pan de pueblo –y no como las pseudobaguettes de ahora- que casi no me cabía en la boca. Más que comerlo, había que pelearse con la merienda…
Me hubiera gustado que los bocadillos que me preparaba mi abuela fueran célebres como la empanada que se zampó Wayne Shaw mientras veía el partido de Copa inglesa de su equipo, el Sutton United de la quinta división, contra el Arsenal. El pequeño detalle es que se trataba del portero suplente del equipo local y que se encontraba en el banquillo…
Yo me zampaba el bocata por simple hambre y devoción. Él se comió su empanada, por una apuesta. Pero no se trató de un testosterónico “¿a que no hay huevos?”; había dinero de por medio… Y eso lo ha complicado todo. Fue una empanada baratilla que le ha salido muy cara… El grandullón portero tardó en zampársela lo que su club en fundírselo; un suspiro.
¿No tienes sentido del ridículo si hay una puesta de por medio? ¿Tienes en cuenta lo mal que puedes hacer quedar a los demás?
photo credit: Rafel Miro Pa amb tomàquet, tonyina i olives via photopin (license)
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