¿Te asustan los perros?
Tras dos meses de descanso total deportivo, he vuelto a trotar suavemente para recuperar sensaciones y recordarles a mis músculos que su estado natural no es el reposo. Y a las primeras de cambio ya he vuelto a enfrentarme con la peor y más inesperada de mis pesadillas. Una pesadilla materializada en forma de perro que me ladra y amenaza con morderme cuando corro cerca de él.
Mi relación con el mejor amigo del hombre no ha sido nunca muy fluida. Hasta tal punto que no se me pasaría por la cabeza comprarme uno o que entre mis profesiones frustradas no está la de veterinario… Por pequeños y diminutos que sean, huelen mi miedo. Se alimentan de él y me marcan el territorio. Me pegan sustos que me dan un vuelco un corazón.
Pero para vuelco el que tuve hace dos años, entrenando en bicicleta por la carretera que va de Sant Quirze a Sabadell. En medio de una subida (en la que para variar iba muy lento) apareció, salido de la nada, el mismísimo Can Cerbero. Aquello no parecía un perro, era un caballo. No tenía escapatoria. Empezó a ladrarme, a saltarme gruñiendo y marcando territorio a pocos centímetros de mis piernas. Me vi arañado y mordido. Yo seguía pedaleando y no podía sacar los pies anclados de los pedales. Creo que fue cosa de un minuto, pero me pareció una eternidad… Me vi tan apurado, con tanto miedo acumulado, que empecé a chillarle de desesperación «¡Déjame en paz!». Como si se tratara una escena del Dr. Dolittle y me fuera a contestar el animal. Cansado de su juego diabólico, de repente, se fue por donde había venido.
Resoplé aliviado, mientras me temblaban las piernas. Aunque fui las delicias de tres ciclistas que venían detrás mío. Vieron toda la escena gratis y en palco VIP…
¿A que no puedes resistir mostrar tu miedo?
photo credit: El coleccionista de instantes via photopin cc
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