Armagedón verdeamarelo (Acto 2)
Desde que el 30 de octubre de 2007 Brasil se quedara como única candidata para albergar el Mundial 2014, tras la retirada de Colombia, empezó a mascarse la presión a fuego lento. Ya en ese punto lejano se remarcaba que Brasil tendría la oportunidad de acabar con la mayor humillación sufrida en Maracaná. Casi siete años de presión absoluta, mascando y tragando el tanto del uruguayo Ghiggia, en el fatídico minuto 79 del Maracanazo. Una transformación que mató la graduación del alumno aventajado en su propia casa. Ese gol de Uruguay se lo han colado miles de veces a Brasil en los medios de comunicación, en tertulias de bares, en conversaciones de amigos, penetrando en la memoria colectiva y dejando una herida abierta, sangrante, eterna…
Desde el Mundial de Francia en 1998 nadie ha conseguido ganar en casa. Brasil buscaba el sexteto. Antes de empezar tenía la obligación de llegar a Maracaná para acabar con 64 años de pesadilla. Y nada mejor que cerrar el círculo en el estadio en el que empezó todo. Todo ese cóctel molotov hizo que Brasil se olvidara que había una fase previa y las correspondientes eliminatorias antes de llegar a la gran final. Seis partidos en los que solo había una opción: seguir vivo. Se proyectó en el objetivo final olvidándose del camino. Esa lucha desesperada por la supervivencia y una opinión pública que empujaba y no admitía la no victoria final generó un estado de ansiedad brutal en toda la selección.
Los jugadores no han disputado el mundial, lo han sufrido, ha sido una tortura constante que se los ha acabado llevando por delante, dejando el Maracanazo en un juego de niños y marcando a los que disputaron el partido para toda su vida. Desde el primer partido ante Croacia, el 12 de junio, la Canarinha se puso una soga en el cuello, que le tiraba y le oprimía, dejándole el aire justo para seguir adelante. En la fase de grupos -aunque de forma nada brillante- pasó primera, pero las eliminatorias fueron muy asfixiantes: penalties ante Chile, victoria por la mínima contra Colombia… Y en cuanto llegó el primer rival que apretó el acelerador más de la cuenta llegó la hecatombe. Brasil se colgó y murió en media hora ante Alemania. Y después se arrastró en la mugre 60 minutos más… Y los años que le quedan. A Brasil le meterán infinidad de veces esos 7 goles que llevaron la humillación deportiva a un nuevo nivel.
Brasil, en vez de enfrentarse a la mejor y más bella oportunidad de proclamarse hexacampeón del mundo en su casa, tuvo la extenuante obligación de ganar un campeonato sí o sí con un equipo justo de calidad y empujado a vengar la ofensa a toda una patria. Esa obligación se convirtió en una bomba atómica que le estalló en los morros a los brasileños, agrandando la herida, sangrando a borbotones y eternizándose más que nunca…
¿Prefieres enfrentarte a la oportunidad de hacer algo grande? ¿O sientes la obligación de conseguir tus objetivos?
photo credit: Oneris Rico via photopin cc
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