¿No te olvidas de tus contrincantes?
No sé, hay algo oscuro en la condición humana que nos empuja a ser algo más que traviesos. Nos lleva a dar una patada en los cataplines al indefenso cuando está moribundo. Nos conduce a acordarnos, con sorna, de los cadáveres que quedaron por el camino. A meter el dedo en el ojo cuando no viene a cuento. A soltar el chiste fácil para demostrar que eres el macho dominante de la manada.
No importa que hayas alcanzado la gloria 24 años más tarde, en el mundial de Brasil. Que tengas a la afición rendida a tus pies en una puerta de Brandeburgo a reventar. Que como campeón seas el foco de todo el mundo. Que todos los equipos del planeta, a partir de ahora, quieran jugar como tú al fútbol. Que tengas al máximo goleador de la historia de los mundiales en tus filas. Que el mejor arquero sea el alemán. Que le metieras 7 a Brasil. No tenías más que sacar toda tu alegría ante los tuyo, hacerles partícipes de la victoria.
Pero esa oscuridad acaba apoderándose del ganador. Se olvida que ha sido el mejor, saliéndole el cabroncete que lleva dentro… Se olvida de la celebración, se equipa con una camisa roja y negra a cuadros. Se arremanga, se escupe las manos, coge el hacha y empieza a talar como un loco. Viaje va para la derrotada Argentina, con baile y coreografía incluida. Viaje viene para la humillada anfitriona, burlándose de cómo entraban al campo los brasileños. Y a base de viajes para sus rivales, hizo leña del árbol caído…
¿Te centras en celebrar tus victorias? ¿O siempre tienes un gesto, una palabra, un cántico, un chiste para acordarte del rival?
photo credit: xavi talleda via photopin cc
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