¿Tienen las estrellas derecho a la intimidad?
Esta semana ha sido dura para el inimitable Zlatan Ibrahimovic. Expulsado el miércoles en partido de Champions ante el Chelsea. El domingo la remató con una dolorosa derrota contra el Burdeos en liga. Tras perder 3-2, lleno de una ira colosal, soltó una perla para las hemerotecas deportivas: «En 15 años, nunca vi un árbitro así. En este país de mierda. Este país no merece al PSG». Las declaraciones son Zlatan en estado puro. Pura bocanada de fuego de dragón. Pero dejando de lado lo afortunado, descontextualizado y educativo de las declaraciones; hay un elemento que sobrevuela el deporte de élite. Tecnología punta, micros, cámaras, zooms imposibles y periodistas presentes en cada vez más esferas de la cancha -tanto dentro como fuera-.
Todos los que hemos jugado a deportes de equipo sabemos de qué va un calentón. Es algo vergonzoso, nada constructivo y cero edificante. Se gesta en la mala gestión de las emociones, que junto con la tensión del momento, la competitividad, las ganas de hacerlo bien y la frustración genera una gran bola de fuego. Una gran bola de fuego que primero sale por la boca en forma de insultos y frases desbocadas sin censura. En otras ocasiones va acompañada de gestos y acciones que no hace falta ni describir.
El calentón de Ibra no hubiera pasado de eso. De no ser por las cámaras… ¿No nos estamos pasando con la intromisión en la intimidad del deporte? Los jugadores incluso se tapan la boca para hablar en el campo y en el banquillo y van capeando como pueden el cerco que les está poniendo la tecnología…
¿Nos entrometemos demasiado en la intimidad del deportista? ¿O es la evolución natural que tenía que sufrir el mundo del deporte?
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