¿Animas a muerte?
Hay algo de los norteamericanos que me tiene a la vez alucinado y desconcertado. Esa pasión desmesurada que ponen en escena, como si se tratara de un panda de adolescentes fuera de sí. Ese flipe colectivo que les lleva a dejarse llevar por la emoción y a hacer cosas impropias de su edad, estatus o cargo. Se trata de explosiones públicas a lo Steve Balmer en Microsoft. Gritan y aullan como manadas de lobos que se regocijan en su propia alegría y gratitud por lo que están viviendo.
Nosotros lo solemos ver, desde la distancia, con una pátina de vergüenza ajena. Pero supongo que hay que estar en el momento justo y con la atmósfera adecuada para entender y percibir esa magia envuelta en pura emoción. Y uno de esos momentos de locura colectiva se vivió en la Western States, una de las carreras de montaña más míticas en los EEUU.
Cuando quedaba menos de un minuto para llegar a las 30 horas de carrera, empezó el jolgorio, los chillidos de «vamooooooooos», el apretar de puños, los saltos de tensión, los ánimos… Gunhild Swanson enfilaba los últimos metros de las 100 millas (casi 161 Km) en que consta la prueba. El electrónico, iba cayendo, segundo a segundo mientras Swanson encaraba la última recta. Y a falta de 6 segundos consiguió la preciada hebilla de bronce, acreditativa de finisher (la de plata está reservada para los que terminan en menos de 24 horas).
Y ahí todo el mundo se abrazaba, picaba palmas, como si los Dallas Cowboys hubieran marcado el touchdown definitivo… Fue una proeza protagonizada por una abuela de 70 años; eso dio más picante a la emoción del momento. Y todos los presentes celebraron la hebilla como un poco suya…
¿Hay que marcar distancia, como espectador, con lo que te rodea? ¿O lo mejor es desvergonzarte y desatarte en público?
photo credit: Happy April Fools Day! via photopin (license)
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