¿A quién le vendes la moto para que te compre?
Septiembre llega cargadito con anuncios de bolis (supongo que en verano hay alergia a la escritura), que inundan Disney Channel, a todas horas. También están los coleccionables insufribles, que aparecen, como un diapasón, cada año con la vuelta al cole: tacitas de porcelana, tanques en miniatura, dedales, relojes, coches a piezas, dinosaurios a piezas, el cuerpo humano a piezas, cuentos de hoy y siempre… Y las colecciones de cromos, con el inicio de la liga de fútbol, no son una excepción. Ahora muy sofisticados (nada que ver con los de mi época, en los que eran de cartón o de papel muy finito y tenías que pegarlos con cola y un pincel. Yo que era bastante manazas dejaba unos pegotes de pegamento increíbles que al final hacían que el álbum duplicara su grosor).
Mi hija empezó tres colecciones; una de animales y dos de fútbol. Tuvo poco éxito ya que se quedaron a la mitad, en ese crítico momento en el que ya no vale la pena comprar más y todo se basa en un largo y tedioso intercambio. Tras los tres fracasos he descubierto que ella en realidad no lo hace por la colección en sí, lo hace por el intríngulis de cambiar y socializarse (la última vez compró cuatro sobres y se dedicó a cambiar para conseguir los porterazos).
Muchas veces las motivaciones de los niños nada tienen que ver con las de los adultos. Supongo que para incentivarles -que son los que aportan el capital para que sus hijos se hagan las colecciones- surgió la idea de la Promoción Súper Golazo Mazda. Así cada uno a lo suyo, pero los dos comprando cromos como locos…
¿Cuando vendes un producto es más efectivo dirigirlo a quién lo usa o a quién lo paga?
photo credit: Arnold Mac 700, US zone Germany 1950 via photopin (license)
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