¿Y si el triángulo helado de las Bermudas fuera un cuadrado?
El partido que enfrentó a los Canadiens y a los Blue Jackets llegó al final de tercer periodo con empate a uno. Menos mal que nos explicaron previamente qué pasaba si el partido acababa en tablas; así no íbamos tan perdidos… Cuando acaba así, se juega una prórroga de cinco minutos y, si persiste la igualdad, se procede a una tanda de penalties.
La prórroga sigue la máxima del espectáculo y la emoción. En el tiempo extra se vive al filo del alambre. La encuentro tan mal planteada en el fútbol que suele ser un tostonazo. O todo cristo espera a que lleguen los penalties o los cagones no arriesgan por miedo a recibir un gol en contra casi definitivo. Y ahí es donde entra la astúcia de los dirigentes de un deporte para hacerlo más divertido…
Como las posibilidades de hacer gol durante un partido son mínimas -ya que los porteros se antojan colosos casi imbatibles, ocupando casi todo el espacio físico de la portería y donde hay huecos, tapándolos como gatos-, pues decidieron jugar la prórroga solo con tres jugadores de campo (en vez de los cinco habituales). Tantos espacios hacen que la especulación se evapore, ya que hay también gol de oro. De nada vale contemporizar. O vas a saco a por el partido o te vas con el saco vacío… Solo duró un minuto y diez segundos, el tiempo que tardó Columbus en generar una superioridad y perforar la portería local por segunda vez.
Si una cosa tienen, la mayoría de deportes, es que evolucionan, cambian las sacrosantas reglas de juego para que el espectáculo sea más trepidante y entretenido. Por eso me deprime el deporte pandereto y paleto, ese deporte que desprecia la tecnología y la innovación para abrir un oscuro e inmenso agujero de debate estéril y fomentar de paso la picaresca. Así es la liga española de fútbol, la mejor del planeta según algunos y una cutrada en toda regla para un servidor. Eso sí, Dios salve al rey fósil Sánchez Arminio…
photo credit: mlcastle Baffin Ice via photopin (license)
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