Triángulo helado de las Bermudas (3)
Siempre se comenta el mito que, salvo honrosas excepciones (Real Madrid, por lo visceral e histórico de la rivalidad; Atlético de Madrid, por la tradicional montaña rusa en que se acaban convirtiendo las contiendas con los colchoneros; y envites de Champions al límite, como la fallida remontada ante el Chelsea de Mourinho o el éxtasis del milagro del 6-1 al PSG), el Camp Nou es un ambiente frío, con una afición gélida que anima poco… Como un grupo de espectadores que no se atreven a dar el paso para sentirse parte del juego y embriagarse de la emoción del momento. Como si saliera el protagonista de la pantalla y les dieran la opción de meterse dentro de la película, pero prefirieran la comodidad de seguir en sus asientos, tranquilamente.
Pues me dio la impresión que la hinchada de Montreal era similar a la de Barcelona. Tímidamente se escuchaba, desde algunos sectores, el grito de guerra de los Canadiens: “Go habs go”. Y cuando el respetable no estaba de acuerdo con alguna decisión arbitral le dedicaban un corto, pero sonoro “¡¡¡buhhhhhhhhhhhhhh!!!”; supongo que debió ayudar el ritmo poco trepidante del partido. Pero con la llegada de la prórroga -se llegó al final del partido con 1-1. En hockey hielo no se puede empatar, así que se decide todo en el tiempo extra y los penalties, si es necesario- mi asombro adquirió cuotas himalayistas cuando los locales encajaron el gol de la derrota. Todo el mundo se levantó como si salieran los títulos de crédito en una película en el cine. Nada de lamentaciones ni dramas; sencillamente el partido había acabado…
¿Le pones excesiva pasión mientras ves deporte? ¿O realmente no hay para tanto?
photo credit: S©’rates NEW YORK #48 via photopin (license)
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