¿Eran tan malos los comunistas?
Como habitante de Barcelona -una ciudad donde luce casi siempre el sol, en el que la humedad se extrema en verano y que cuando nieva cada muchos años todo queda absolutamente colapsado-, el deporte del hockey hielo me es total y absolutamente ajeno. Conozco levemente el mundo de la pastilla negra y el stick a través de las peleas en la NHL que salpican, cíclicamente, las secciones de deportes de los telediarios. Y la Guerra Fría la viví solo con ojos occidentales, a través de pelis como Rocky IV. El lado comunista solo lo veía, a través de la tele, en forma de breves imágenes de grandilocuentes e interminables desfiles militares. La curiosidad del desconocimiento y una pelín de nostalgia me llevó al cine para disfrutar de Red Army.
Este documental narra -con el hockey hielo y la figura singular del gran capitán de URSS, Slava Fetisov, como hilos conductores- 50 años desde el bloque soviético. Desde su grandiosidad y omnipotencia hasta su desintegración y posterior surgimiento de un nuevo país, Rusia. La grandeza del documental, sin entrar en malditos spoilers, radica en que no se expresa como un choque de trenes entre EEUU y la URSS, sino que muestra cómo vivieron los deportistas (como abanderados de un régimen y un sistema político militarizado) la amistad dentro del equipo nacional, la relación con su entrenador y el partido comunista, su vida familiar y cómo se enfrentan a realidades que cambian radical y dramáticamente.
Documental imprescindible de cómo se vivió el deporte de élite en el bloque soviético, sin un ápice de rabia ni rencor hacia EEUU y repleto de amor hacia el hockey hielo y todo lo que representó para la Unión Soviética. Y mientras veía los títulos de crédito me preguntaba: ¿Tan malos y fríos eran los soviéticos como los pintaban?
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